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Diagnóstico positivo en VIH: Una experiencia real

Bueno, llega el momento de bajar a texto lo que mi cabeza lleva rumiando un tiempo… Veréis, mi nombre es Andrés, tal vez Miguel… Gonzalo o ¿era Sergio?, incluso Tamara, perfectamente podría ser Buenorrote, hace 30 minutos que hablamos por Grindr y me acabo de poner los pantalones para irme de alguna de vuestras casas, pero de lo que os quiero hablar es de mi condición, la sexual obviamente no. Os voy a hablar de mi condición como positivo, seropositivo, inmunodeprimido o como tengáis a bien entenderlo.

Como veréis, o mejor escrito leeréis, la manera de llevar esta situación en mi vida ha sido enfrentándola, tras un noqueo inicial, con la mayor entereza y con una actitud positiva (valga la redundancia). Para no mentiros, os contaré que tengo este encargo, el de escribiros, desde hace aproximadamente un mes y no he sido consciente, hasta hoy, que había un motivo subyacente para no enfrentarme a la hoja en blanco.

El motivo es que aún, ligeramente, me escuece la herida y no me apetecía mucho tocarla, pero quiero contaros un poco, airear la historia para continuar curando y sobre todo porque espero que sirva de ayuda para alguno de vosotros.

Como os contaba, soy POSITIVO, además mi entrada fue por la puerta grande. Tras unos años de relación estable, y su consiguiente final con niveles altos de drama gay, estaba dispuesto a celebrar mi primer Orgullo en Madrid como soltero (llevo más años de los que se pueden contar con una mano aquí).

Estábamos un grupo de amigos en la plaza de Vázquez de Mella, cuando una de mis mejores amigas propone que nos hiciéramos un chequeo rutinario, mediante una prueba rápida, en un camión de una ONG. Allí que fuimos tod@s l@s amig@s a hacernos la prueba, minutos después y yo con toda mi ingenuidad y una copa en la mano, noto una mano que me coge del hombro y me dice: «Necesito hablar contigo», os prometo que en ese momento supe que algo no iba bien y en ese preciso instante mi cuerpo y mi cabeza ya desarrollaron cuál sería el protocolo a seguir en adelante.

Pues ahí me tenéis, montado en un camión, con una copa en la mano, todos mis amigos fuera de risas y yo con una enfermera y un psicólogo diciéndome que era, con una probabilidad del 99% POSITIVO y que me tenían que sacar sangre, no sé cómo logré salir del camión con entereza, con una sonrisa y con el único propósito y muy firme de pasármelo bien, no preocuparme por esto y que nadie se enterara.

Me reuní con mis amigos que estaban tonteando y postureando un poco, sin la menor idea de que me estaba pasando, mi cabeza estaba ocupada rememorando toda mi vida sexual y claramente había una probabilidad ínfima de que fuera un error, porque debo reconoceros que sabía perfectamente que yo nunca había jugado fuera de casa, pero que mi compañero de juegos era más que probable que tuviera varios terrenos, y no obstante, el juego en casa era de alto riesgo. Vamos, que dinero en condones no gastábamos. Ese día constaté que tampoco se lo gastaban los compañeros de juegos de mi novio.

Con la firme decisión de pasármelo bien, de desconectar del problema y con unas ganas tremendas de revancha con la vida me marque el Orgullo 2014, todo ello venía porque no entendía nada y solo me repetía internamente la frase que espero nunca digáis »¿por qué a mí, señor, por qué?». Para solventar ese cúmulo de sensaciones se me ocurrió la gran idea de hacer todo aquello que la furia, el despecho y el susto me permitió hacer, lo que quiere decir, sexo, drogas y rock&roll -siendo más fiel a la historia, House, que invita más a quitarse la camiseta-.

Ahora, desde aquí, mirando atrás aún sigo sintiendo vértigo, sigo estando profundamente agradecido a dos amigos que en una de las noches abracé y comuniqué la noticia, y tras ella, una prohibición expresa que anulaba la posibilidad de drama.

Muchas veces pienso que jamás sabrán cómo se valora el respeto que ellos tuvieron y que me acompañaran simplemente a bailar. Todavía no hemos llegado a esto, pero ya os adelanto que este cambio ha hecho que se me tambalearan muchos cimientos emocionales y, por decirlo de alguna manera, me ha venido muy bien. Sí, lo que leéis, he escrito muy bien.

Pasado el  Orgullo, llegó a mi cabeza también la consciencia, y con ella vino de la mano el tirar de arrestos y buscar la manera de enfrentarse a la nueva situación. Hoy, prácticamente un año después, tengo que deciros que estoy orgulloso de mí y que con claridad decidí el camino correcto, un camino que me gustaría que recorrierais conmigo, que os vaya contando, que preguntéis si lo necesitáis y que de alguna manera disfrutemos.

Si bien es cierto, no ha sido, es, ni será sencillo. Pero está plagado de satisfacciones y de un crecimiento personal increíble. ¿Lo recorremos juntos?

Por Andrés

 

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