Salir de la incertidumbre
Hacerse una prueba de VIH es un momento que puede variar entre lo relativamente rutinario y lo horriblemente aterrador. Más a menudo de lo que sería deseable la experiencia se acerca más al terror que a la rutina. En cualquier caso, siempre hay nervios: nadie que se juegue algo importante en un examen entra al aula como si nada.
Algunas personas acuden a la prueba de VIH sabiendo que recientemente han tenido una práctica sexual de riesgo y tienen un miedo fundado de haber contraído la infección. Otras personas son más alérgicas a las pruebas y los chequeos, es decir, más alérgicas a conocer algunas cosas sobre su salud, lo que les lleva a retrasar durante mucho tiempo el momento de realizarse una prueba de VIH. Les puede más el miedo a que salga positiva que las ventajas de saber el verdadero resultado. Al fin y al cabo, mientras no se publican las notas del examen pueden mantenerse en la ficción –a veces delirante- no tanto de que lo han aprobado, sino de que no lo han suspendido. Esa ficción, que siempre es provisional, puede ser más agradable que el zarpazo de un suspenso (sobre todo cuando se sabe que el suspenso está cantado).
Mirar para otro lado y mantenernos en el desconocimiento de nuestro seroestatus puede ser protector durante un tiempo. Sin embargo, esa protección nunca nos dejará avanzar, como mucho nos dejará flotando en el mismo sitio e, insistimos, no evitará indefinidamente que la noticia del suspenso (o del aprobado) llegue, ya sea por las buenas o por las malas. Al final los exámenes se corrigen y las notas se publican, aunque no queramos, así que mejor conocerlas cuanto antes. Solo así podemos celebrar el aprobado o ponernos manos a la obra con la recuperación, si sacamos menos de cinco. Suspender es una putada, sí, pero no nos volvamos locas: no es lo mismo que morirse.
Iniciar el tratamiento
Actualmente el tratamiento antirretroviral de gran actividad (TARGA), iniciado lo antes posible y seguido con la adecuada adherencia, permite a las personas con VIH tener una salud normal y una esperanza de vida similar a la de las personas seronegativas. Es decir, el VIH no genera problemas siempre que accedas –cuanto antes- a tu tratamiento y lo sigas a rajatabla. Para que eso suceda necesariamente te tienen que diagnosticar la infección lo antes posible.
Aunque los fármacos actuales han mejorado enormemente su eficiencia en comparación con los primeros que aparecieron, no hay que olvidar la importancia de iniciar el TARGA lo antes posible. Factores de diferente tipo hacen que un porcentaje demasiado alto de nuevos diagnósticos de infección por VIH se consideren “tardíos”, es decir, con un recuento de CD4 inferior a 350 por milímetro cúbico de sangre. Los CD4 son las principales células del sistema inmune implicadas en esta infección: cuanto más bajas están, más vulnerable es la persona a contraer infecciones de todo tipo. Si el recuento de CD4 es extremadamente bajo (y ya debe considerarse muy baja toda cifra inferior a 350) la vida de la persona está en serio peligro y, lo que es peor, más difícil resulta recuperar un nivel normal. ¿Cómo se puede evitar esto?
Además de llevando los correspondientes hábitos de vida saludable, principalmente se evita iniciando el tratamiento lo antes posible desde el momento de la infección. ¿Cómo se puede conseguir eso? ¡Sorpresa!, con un diagnóstico precoz, facilitado por la rutina de realizarse pruebas rápidas de VIH, al menos cada tres o cuatro meses sobre todo en el caso de los grupos más vulnerables. Nota: los grupos más vulnerables a la infección por VIH son, principalmente, los hombres cis que ejercen prostitución y mujeres trans que ejercen prostitución y, en segundo lugar, los hombres que tienen sexo con hombres en general. Además, piensa que a las pocas semanas de iniciar el TARGA y seguirlo adecuadamente la carga viral (la cantidad de VIH presente en la sangre de una persona seropositiva) desciende a un nivel indetectable, lo cual impide que pueda transmitirse a otra persona. Muchas entidades, por ejemplo Imagina Más, disponen de servicio de prueba rápida de VIH: anónima, gratuita e indolora. ¡Todo ventajas!
Adiós al miedo
El miedo al VIH ha sido uno de los ingredientes indeseados pero hiperpresentes en las relaciones sexuales entre hombres durante las últimas décadas. De la misma manera que es una emoción que nos ayuda a alejarnos de los peligros (reales o imaginarios) y protegernos de ellos, también puede ser un obstáculo poderoso para disfrutar del sexo y ni siquiera asegura al cien por cien que una infección de VIH podrá ser evitada en el cien por cien de las circunstancias.
Nadie quiere tener VIH y siempre será mejor no infectarse que hacerlo. No obstante, si finalmente no se ha podido evitar una infección por VIH es importante en primer lugar enterarse cuanto antes y, en segundo lugar, aprender a integrar esa circunstancia de manera sana en la vida cotidiana. Para algunas personas eso puede incluir el disfrutar –aunque suene raro- de que la primera consecuencia de que suceda “lo peor que podía suceder” es que ya no hay que tener miedo de que eso vaya a suceder. De esta manera, una vez comprobado que el mundo no se acaba por eso –ni mucho menos- la energía puede dirigirse en otras direcciones mucho más satisfactorias.
Insistimos: esto no quiere decir que para librarse del miedo a una infección por VIH haya que infectarse, sino que liberarse del miedo a que algo temido suceda es una de las ventajas de que lo temido suceda (ya que ha pasado, al menos aprecio la ventaja de liberarme de ese miedo que tanto me ha estorbado todo este tiempo). Manejar el miedo de esta manera marca la diferencia entre alguien con un comportamiento destructivo y alguien resiliente.
Rafael San Román, psicólogo