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Del armario al cuarto oscuro

Después de salir del armario, es muy posible que tu vida cambie a mejor en muchos aspectos. No obstante, hay que estar alerta para no cambiar esa prisión personal por otra mucho más peligrosa: la que nos esconde detrás de patrones de pensamiento y conducta que no nos definen.

Para muchos de nosotros la salida del armario no ha sido fácil, a pesar de vivir en un país supuestamente muy abierto y avanzado con la comunidad gay, hay que reconocer que aún queda mucho camino por recorrer, sin dejar de valorar lo que ya se ha conseguido hasta ahora, por supuesto.

Como hombre gay, he sufrido en carne propia las consecuencias de la homofobia debido a mi orientación sexual. Tardé un poco en descubrir que muchas veces, es uno mismo el que puede llegar a ser el primer y mayor homófobo. Esto a veces ocurre de una manera sutil, pero es algo muy habitual. Es por eso que a menudo resulta tan complicado para algunos salir del armario, un armario en el que nosotros mismos nos metemos para poder sobrevivir, y del que sólo nosotros tenemos la llave para salir.

Una de las claves para una salida “orgánica” del armario, si es que se puede usar este término, es precisamente la aceptación de uno mismo y la gratitud por ser como se es, sin escondernos detrás de los prejuicios propios o de los otros, sin miedo, y desafiando al vértigo que produce el pensar en las consecuencias que pueda implicar dar el paso y de las reacciones que tengan los demás.

Cada persona tiene su propia historia que contar, y también su propia percepción de la realidad, dependiendo de su “mapa de vida”, de esas experiencias personales y educación, que han formado sus valores, sus creencias, y que también le han llevado a filtrar los acontecimientos de una manera personal y única. Por eso, siempre es un riesgo, y aún más me atrevería decir, un error, tratar de estereotipar o formatear un suceso tan importante como éste.

Por lo cual, cada persona tiene que recorrer su propio camino, gestionar sus emociones, afrontar la reacciones de los demás, y decidir cómo va a afectar todo esto en su vida, hasta llegar a la señal de SALIDA.

¿Y cuando abandonamos el armario… qué?

Cuando el armario ha sido nuestra »zona de confort» durante tanto tiempo, es difícil moverse fuera de él sin advertir todo tipo de sensaciones incómodas, sin sentirse juzgado, o simplemente observado en el mejor de los casos. Es complicado moverse en un espacio tan abierto, tan amplio, después de haber pasado tanto tiempo en una especie de prisión personal.

En muchos de nosotros empiezan a surgir comportamientos tales como el perfeccionismo, tan frecuentemente conectado a la comunidad gay, quizás por esa necesidad autoimpuesta de tratar de justificar todo aquello que hacemos, o por tratar de compensar el hecho de ser gais, cómo si esto aún fuera una carga o un lastre. También surgen manías, susceptibilidad desproporcionada, pensamientos obsesivos, obsesión por nuestro cuerpo y nuestro ego, etc.

Para mí fue una auténtica revelación entender mi homosexualidad como un regalo y no como un problema. Casi pareciera innecesario hablar de estas cosas en los tiempos que corren, sin embargo me encuentro cada día con más jóvenes y adultos enfrentando esto como algo muy costoso, e incluso traumático en algunos casos, llegando a desarrollar todo tipo de consecuencias derivadas del estrés emocional que implica pasar por algo así.

En ocasiones, también se traduce en sentimientos de ansiedad, culpa, inseguridad, baja autoestima, depresión, etc. Hasta se puede llegar a somatizar una amplia gama de enfermedades, todo depende de cada persona, de cada historia y del tiempo que se haya pasado en el armario, así como del tipo de armario, pues los hay muy diferentes.

Si bien, es verdad que nuestro entorno y las personas más cercanas, como pueden ser nuestra familia y amigos, son determinantes en este proceso, creo que la actuación principal más definitiva siempre tiene lugar en el interior de uno mismo, por lo que requiere de un trabajo personal importante.

Un lugar poco iluminado para no vernos

Quizás sea por eso que muchos de nosotros hayamos salido del armario para meternos en un cuarto oscuro, algo parecido al armario de antes, pero más amplio y laberíntico.

Por supuesto que no estoy hablando del típico cuarto oscuro donde se acude para tener encuentros sexuales anónimos más o menos afortunados, y a menudo rápidos, fríos o a lo menos, incómodos… Me refiero a ese cuarto oscuro en el que nos quedamos por miedo o incluso por un deseo de escondernos; un cuarto con la luz suficiente para no caernos, pero también insuficiente para poder movernos con libertad, disfrutar, vernos a nosotros mismos y conocer mejor a los demás.

Un lugar oscuro, donde casi no nos atrevemos a descubrirnos en profundidad, donde no mostramos más que una parte de nosotros mismos, un “escenario” adaptado a nuestros temores, inseguridades y muy vinculado aún a nuestro pasado.

¿Pero, como sé yo  si realmente estoy en un cuarto oscuro? Aquí te sugiero varios patrones de conducta que pueden ayudarte a responder a esta pregunta:

  • Te encuentras haciendo las mismas cosas una y otra vez y consigues, evidentemente, los mismos resultados, pero aún así te sientes incapaz de cambiar tu manera de actuar.
  • A pesar de moverte de un sitio para otro, te encuentras en el mismo lugar de siempre, estancado, no avanzas.
  • Tienes un sentimiento frecuente de insatisfacción general. Quizás hagas muchas cosas o estés con muchas personas, pero no consigues conectar contigo mismo, con tu esencia.
  • Sientes que pierdes el tiempo, no aprovechas la vida, el momento presente.
  • Te sientes ansioso sin motivo aparente, no encuentras tu lugar de descanso.
  • Estás frustrado con tu trabajo, tus relaciones, contigo mismo.
  • No has descubierto tu propósito en la vida, más allá de tu orientación sexual y de tu trabajo.
  • Tienes miedo a profundizar en una relación, ir más allá de lo físico.

Podría mencionar más patrones, pero quizás estos sean los más habituales. Si te identificas con más de uno de estos puntos, es posible que estés viviendo en un cuarto oscuro.

Te propongo una reflexión al respecto, no hay nada malo en vivir en un cuarto oscuro, si es lo que deseas, pero lo cierto es que cada persona es especial, única, y exclusiva, un verdadero tesoro digno de sacar a la luz. Si bien hay tesoros que se descubren por casualidad, la mayoría de los tesoros requieren búsqueda, adentrarse en una cueva para luego salir fuera; requieren tiempo, luz, confianza, seguridad de que el tesoro está ahí y que es valioso.

Creer en uno mismo es el primer paso para pasar del cuarto oscuro al aire libre, a un lugar dónde puedas ver brillar el arco iris con toda su gama de colores.

 

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