En artículos anteriores hemos hablado de las diferentes varas de medir que se usan para el sexo heterosexual y el sexo entre hombres y la relación que existe entre eso y el hipotético uso de la PrEP.
Cautelas médicas aparte, muchos prejuicios que existen respecto a la PrEP vienen del hecho de no haber digerido aún que plantearse una actividad sexual entre hombres que sea sana pero que prescinda del preservativo y que no tenga lugar necesariamente en el ámbito de una pareja estable es muy transgresor desde el punto de vista político y médico pero también desde el punto de vista ideológico, al confrontar uno de los pilares del sistema: querer más disfrute, querer un disfrute diferente y además querer seguridad en cuanto al VIH no es algo que se deba permitir indiscutiblemente a las personas pero mucho menos a los hombres que tienen sexo con hombres (HSH). Se puede consentir a los heterosexuales, bien como un pecadillo venial o quizá con la expectativa de que en algún momento abandonarán la píldora anticonceptiva y aceptarán traer hijos al mundo, pero no se puede consentir a un colectivo cuya sexualidad (menos en los casos en que constituye una profesión) tiene que ver únicamente con el placer, la comunicación y la socialización y nunca tendrá que ver con la reproducción. Y que, Dios no lo quiera, podría desaforarse si el miedo a infectarse con VIH desaparece de las camas –y demás sitios- de quienes se acojan a esa medida.
Puede que usar PrEP sea muy perjudicial para la salud. Yo quiero saberlo. Puede que para muchas personas o la mayoría no merezca la pena desde ciertos puntos de vista. Puede que yo nunca la use. Puede que yo nunca la use porque decida no usarla. Puede que la use con o sin condón. Puede que la use durante una época y luego la abandone (lo cual es mucho más de lo que podré hacer con mis antirretrovirales si me infecto con el VIH, ya que esa pastillita sí que la tendré que usar de por vida). La cuestión no es esa. La cuestión es reflexionar en profundidad sobre el hecho de que puede que la PrEP sea perjudicial pero es una opción que ya existe y hay que darle un espacio, hay que dar a sus potenciales beneficiarios la oportunidad razonada e informada de decirle que no o que sí.
Intentar anticiparse a los posibles inconvenientes de la PrEP es algo responsable y exigible, pero predecir la llegada de las plagas de Egipto como si se hubieran visto en una bola de cristal o entregarse al consumo de PrEP de manera irresponsable y desinformada solo contribuye a aumentar la confusión y los riesgos para el conjunto de personas susceptibles de acogerse a esta práctica.
En definitiva, la cuestión no es aceptar la PrEP en nuestras vidas por capricho o porque lo dice gente que nos cae bien, ni prescindir de ella porque el médico con el que hablamos no hace bien su trabajo. La cuestión, antes de nada, es reflexionar sobre qué queremos para nuestra salud y qué queremos para nuestra vida sexual utilizando criterios coherentes con la realidad actual. La cuestión es abrirse a la posibilidad de la PrEP -que ya es una realidad- de una manera responsable y honesta para que todos podamos tomar la mejor decisión, incluyendo la de no seguir ese tratamiento. Negar de un plumazo esta posibilidad, privar del debate, anatematizar automáticamente esta opción sin razonarlo claramente empobrece tremendamente nuestra educación sexual y, por tanto, nuestra salud sexual.
Y eso ni es medicina ni es salud sexual. Eso es prejuicio.
Rafael San Román, psicólogo