Un diagnóstico por VIH enfrenta a la persona hacia la vulnerabilidad que conlleva estar vivo. Le desnuda de ese disfraz de superhéroe colocándole cara a cara frente a una adversidad de la cual ninguno podemos escapar. Los primeros instantes al recibir la noticia suelen ser de incredulidad ligada inevitablemente a la negación. «No es posible», «debe ser un error», «será un falso positivo», «esta prueba es errónea o defectuosa» pueden ser algunos de los pensamientos que inundan la mente del recién diagnosticado. Esta fase es la primera de un duelo que se elabora como mecanismo de adaptación a una nueva realidad.
Esa emoción nos bloquea forzándonos a prestar nuestra atención al momento presente, todo lo demás pasa a un lugar secundario en la lista de prioridades. A menudo se tiene la sensación de irrealidad, de estar dentro de una película o un sueño del que el cualquier momento despertaremos. Es lo que conocemos como despersonalización, esta fase, por lo general, apenas dura unos horas o días puesto que con el transcurso del tiempo tomamos consciencia de que nuestra vida a cambiado de alguna manera. Lo importante es saber que tenemos las riendas en nuestras manos, tenemos el poder de decidir hasta que punto permitimos que ese cambio nos afecte.
Emprendiendo el camino de la aceptación
Para llegar a ese punto debemos culminar el duelo, atravesando todas o algunas de sus etapas, hasta alcanzar la aceptación del hecho, en este caso tener VIH. Tras la primera fase llega la ira o el enfado, no entendemos por qué nos ha pasado esto, ¿qué hemos hecho para merecerlo?, miramos hacia atrás intentando buscar el momento exacto en el que pudo suceder, o incluso motivos que puedan justificar el diagnóstico a modo de condena divina.
Es beneficioso repasar nuestras conductas con la finalidad de aprender y reducir futuras exposiciones a diversas enfermedades de transmisión sexual. Sin embargo, el hecho de repasar nuestro pasado sexual en busca de culpables no es una estrategia acertada. Conviene no hablar de culpables, eso lleva implícito un castigo ante una conducta ilícita. Hablemos mejor de responsabilidad, somos responsables de nuestros comportamientos pero no por ello merecemos un castigo aleccionador como una enfermedad.
En ocasiones nos exponemos a prácticas sexuales de riesgo porque el sesgo de negación varía nuestra percepción de riesgo haciéndonos pensar, ilusamente, que no estamos corriendo ningún riesgo. Otras veces minimizamos los riesgos, utilizando preservativo y lubricante, aunque pueden haber una rotura de preservativo que pase desapercibida si no acostumbramos a revisarlos al finalizar la relación sexual. Es decir, riesgo cero no existe, la vida conlleva un riesgo aunque minimizarlo está en nuestras manos.
La fase de la ira o enfado puede estar salpicada por fuertes manifestaciones emocionales como llanto, gritos o conductas de aislamiento y soledad. Es un momento delicado puesto que pueden darse conductas perjudiciales para el individuo como consumo de sustancias, prácticas de riesgo o sexo compulsivo con el fin de encontrar medios para canalizar la emoción de ira. Por otro lado puede desembocar en actitudes victimistas asociadas a la autocompasión que boicoteen el proceso de negociación de la nueva realidad de forma exitosa.
¿Qué es lo mejor que se puede hacer en esta fase?
Es en este momento en el que más se indica la expresión emocional con otros iguales, personas que como tú han sido diagnosticadas por VIH. Encontrar en ellas ejemplos de supervivencia y aceptación de una realidad que a día de hoy clínicamente se encuentra muy controlada, aunque socialmente queda mucho por hacer. Existen diversos grupos apoyo o terapeúticos de los que puedes formar parte y te servirán, sin duda, de gran ayuda.
Otro consejo que se debe tomar en cuenta en esta fase es intentar llenar el tiempo con ocupaciones que te llenen, aficiones con gran valor terapéutico como puede ser la escritura, elaborar de un diario personal o un blog puede resultarte útil como válvula de escape, el deporte es un gran aliado ya que libera endorfinas y rebajan los niveles de cortisol reduciendo los niveles de ansiedad y estrés.
A medida que transcurre el tiempo la persona recién diagnosticada comienza a plantearse cuestiones que nunca antes se había preguntado que afectan a su futuro inmediato como si tendrá que tomar medicación, sus efectos secundarios o cual será su pronóstico en los próximos años. Es importante contar con asesoramiento profesional para despejar estas dudas con el objetivo de tener una óptima calidad de vida. Porque vida no hay más que una y tenemos derecho a vivirla plenamente. Si necesitas conocer recursos donde encontrar servicios profesionales puedes llamar al teléfono gratuito de información sobre VIH de Cruz Roja 900 111 000 donde te informarán de todo.
A partir de ahora en esta sección sobre Salud Sexual encontrarás un editorial dirigido a las personas con VIH que espero te sirva de ayuda a tu vida diaria, ya lleves tiempo diagnosticado/a o haya sido de forma reciente.
Salud y sexo,
Por Iván Zaro