La ley de Identidad y Expresión de Género e Igualdad Social y no Discriminación de la Comunidad de Madrid define la intersexualidad como una variedad de situaciones en las cuales una persona nace con una anatomía reproductiva o sexual que parece no encajar en las típicas definiciones de masculino y femenino. Sin embargo, la RAE la define como una cualidad por la que el individuo muestra, en grados variables, caracteres sexuales de ambos sexos.
Si comparamos ambas definiciones salta a la vista una similitud de base. En la primera, se reconoce que existen individuos cuyas características fisionómicas y fisiológicas no encajan en los cánones establecidos por la ciencia de lo que debe ser un hombre y una mujer. En la segunda, se toman esos cánones para decir que en una persona los caracteres de ambos sexos se pueden dar a la vez en grado variable. Para ambas definiciones se reconoce que existe algo llamado hombre y algo llamado mujer.
En nuestra realidad los cuerpos nacen vestidos de cultura, nacen inmersos en un lenguaje que configura sus destinos. Si tengo cromosomas XY, pene y testículos y segrego una dosis alta de testosterona seré un hombre. Por otro lado, si tengo cromosomas XX, vulva y ovarios y segrego una mayor cantidad de estrógeno seré una mujer. Parece bastante sencillo pero la realidad no funciona así. O, mejor dicho, funciona así a costa de expulsar a gran parte de las personas que la componen hacia los límites de lo normal.
Lo normal, es decir, la norma establece que hay cuerpos femeninos y cuerpos masculinos. Sin embargo, un gran número de personas presentan caracteres sexuales primarios de configuración diversa o una variación cromosómica que se manifiesta fuera de lo estipulado por los géneros. Es el caso de las personas insensibles a los andrógenos: cuerpos que genéticamente tienen cromosomas XY (cromosomas clasificados como masculinos) pero que son resistentes a los andrógenos (porque sus receptores de testosterona son ciegos). Fenotípicamente su presentación es variable, pero lo más frecuente es que manifiesten caracteres sexuales primarios y secundarios clasificados como femeninos. Durante el desarrollo embrionario regresan los conductos de Müller (útero, trompas y parte superior de la vagina) y descienden los testículos (aunque no en todos los casos). Tampoco hay desarrollo de los conductos de Wolf, ni virilización de los cuerpos cavernosos (por ello no hay pene), ni desarrollo de las bolsas escrotales y se conserva una vagina (que deriva del seno urogenital) corta y ciega.
Este es un ejemplo de las múltiples formas en las que la naturaleza produce cuerpos que no se corresponden con las clasificaciones genéricas (hombre/mujer). O que da lugar a formas que intentan ser clasificadas como tales (hombre/mujer) pero cuyas formas y funciones se resisten a encajar en dicha clasificación. Es el lenguaje produciendo naturaleza.
Erik Zabirán, educador