Victoria es una mujer trans hondureña de 35 años que a lo largo de su vida se ha forjado a base de golpes de martillo o, mejor dicho, de aguantar las palizas que según su familia la iban a enderezar en el futuro. Pero ni golpes, ni palabras, ni gestos enderezaron lo que no se podía enderezar. En cambio, consiguieron crear a una persona capaz de oponerse a todo eso y hablar en nombre de la libertad:
Recuerdo mi infancia como una etapa cargada de discriminación y violencia. El cole fue un infierno, ya desde pequeña tenía conductas que no encajaban con lo normativamente masculino, lo que significaba que, por ser diferente, mis compañeros tenían derecho a meterse conmigo. En una ocasión mi maestra llegó a decirme que ella no era responsable de que el resto de alumnos me trataran mal, que yo tenía que buscar la manera de defenderme y de arreglármelas sola. Tengo amigas que dejaron los estudios a causa de la discriminación, pero yo sabía que debía mantenerme firme, necesitaba un futuro. Así que pensé que si me encerraba en casa estaría protegida y no correría ningún tipo de riesgo, pero no fue así, pues la primera vez que abusaron de mí, tenía sólo 6 años y fue entre esas 4 paredes.
Cada etapa de mi adolescencia y niñez marcaron de forma positiva y negativa mi vida hasta ahora. Le agradezco mucho a mi familia su preocupación por mi educación y porque continuara formándome, pero, por otro lado, me privaron de muchas cosas por crecer en un entorno con tanta violencia. No querían que sufriera, así que la solución era limitar mi libertad.
A los 23 años empecé a involucrarme en asociaciones LGTBI+, ya había empezado a estudiar pedagogía en la universidad, y en ese momento comprendí que aquello era lo mío. Comencé por colaborar en la asociación APUVIMEH (Asociación para una vida mejor de personas infectadas y afectadas por el VIH) asistía a muchas reuniones y formaciones en el campo de derechos humanos. Además, ya había empezado a vestirme como una chica, me alisaba el cabello, me maquillaba… hasta que un día me miré en el espejo y como en la canción de gloria Trevi, por primera vez dije – esta es Victoria, ya nunca más vuelvo a ser Víctor -.
Me formé en derechos humanos, eso me animó a seguir adelante y a tener un discurso con el que poder defenderme y defender al colectivo. Empecé a hacerme más pública, a salir en medios de comunicación y a reunirme con miembros del colectivo LGTBI+ de izquierdas, es decir, me introduje en la vida política. Me inicié como presidenta departamental del colectivo LGTBI+ del partido FRP (Frente Nacional de Resistencia Popular). Asistía a reuniones municipales y estatales en defensa de las mujeres trans que ejercen prostitución. Tanto es así que me iba a los espacios donde trabajaban y me hacía pasar por una de ellas para saber lo que se sentía y lo que sufrían día a día con los clientes, las maras y la policía.
El contexto histórico en el que ocurrió todo esto es el de un golpe de estado contra el presidente Manuel Zelaya (2009) en el que hubo muchos disturbios y donde asesinaron a muchas chicas trans. Después del golpe se convocan elecciones para elegir quienes iban a ser los candidatos de las diputaciones en honduras, yo era delegada municipal y me tocó vivir mucha discriminación por parte de los hombres de mi propio partido.
A la semana siguiente asesinan a la persona de mi partido que se presentaba a las elecciones, se lo llevaron de una discoteca y lo degollaron en una montaña donde suelen encontrar cuerpos de gente. Así que, faltando un hueco para la candidatura del congreso nacional te puedes imaginar a quién eligieron.
Empezamos a trabajar para reformar el artículo 3.21 para penalizar la discriminación por orientación sexual e identidad de género en Honduras. Como resultado empieza una persecución política, social y mediática por la participación de mi persona (una mujer trans) y de otras en política. De pronto, estando en la semana de silencio político (no se puede hacer propaganda política antes de las elecciones) un ministro evangélico dijo en un programa de televisión que no votaran por personas homosexuales o transexuales que traerían la sodomía al país. Lo denunciamos, tanto por discriminación, como por hablar de política en un momento en el que no se podía. En consecuencia, los medios empezaron a publicar titulares como “La guerra de los homosexuales contra la iglesia” y fotografías mías. A los días, un grupo de fanáticos me dio una paliza. Me tuve que ir a Nicaragua unos meses hasta que se calmaran las aguas.
Al volver, se habían celebrado las elecciones perdiendo nosotras las diputaciones por 500 votos. Me involucré todavía más en política y derechos humanos lo que me salió muy caro porque empezaron a enviarme amenazas de muerte cada vez más seguidas. Así que decido esconderme un tiempo en el monte que había detrás de mi casa y esperar ahí a lo largo de la semana santa. Al salir, me entero que se han llevado a una amiga comisaría. Lo primero que me vino a la cabeza fue lo que normalmente ocurre cuando un policía se lleva a una persona LGTBI+. Así que me fui al lugar donde la tenían retenida para intentar negociar la situación con los oficiales. Al final acceden a liberarla, pero a cambio me tengo que quedar yo. Acto seguido, el oficial al mando me dice – Ahora te va a tocar hacer el doble de lo que le iba a tocar hacer a ella –. Me violan entre 8 policías nacionales para luego dejarme en libertad.
Lo último que hago en mi país es publicar un artículo difundiendo lo que había ocurrido y no me queda otra opción que salir si quiero seguir con vida.
Me vine a España en 2015 dejando a mi familia, mi trabajo, mis amigos… buscando tranquilidad y seguridad, sobre todo. Pido asilo y me conceden la tarjeta blanca, que es lo que inicia el trámite. Pasé por varios pisos de ayuda hasta llegar al de Imagina Más. A lo largo de ese tiempo me concedieron ayudas económicas para manutención y tuve la oportunidad de asistir a psicólogos para que me ayudasen con cuestiones personales. Ahora mismo estoy en espera de la resolución del asilo. Tengo la tercera tarjeta roja, lo que significa que puedo trabajar y quiero, pero es complicado, sigue habiendo mucha discriminación a la hora de contratar mujeres trans. Me gustaría mucho trabajar como profesora o en derechos humanos, es lo mío, es en lo que tengo experiencia y un discurso muy preparado.
Discriminación contra las mujeres trans sigue habiendo en todo el mundo, lo único que varía es el grado de violencia. Aquí en España no hay insultos, ni gritos, no me lanzan cosas, ni intentan matarme, pero discriminación a nivel laboral he encontrado mucha.
La experiencia de Victoria, como la de muchas otras personas LGTBI+, muestra la cruda realidad que se vive día a día en muchos países del mundo. La identidad de género y la orientación sexual siguen siendo detonantes de actitudes discriminatorias cuando no corresponden con las pautadas por la norma social. Es por tanto fundamental, brindar apoyo y asilo a cualquier persona que como Victoria han tenido que abandonar absolutamente todo para buscar un lugar donde, encajar, no signifique someterse al yugo de la ignorancia, sino a la voz de la libertad.
Escrito por Erik Zabiran, educador de Imagina MÁS