Pocas cosas hay en el mundo tan complejas como la actividad sexual de los seres humanos, inscrita en el aún más amplio universo de su sexualidad. Placer, comunicación y afecto son los pilares maestros en los que se sustenta ese edificio en el caso de las personas homosexuales ya que, al contrario que en el sexo hetero, el pilar de la reproducción no opera en nuestro caso.
Quien más, quien menos, va perfeccionando poco a poco su vida sexual a fuerza de abrir su mente y practicar. Sin embargo, en algún punto de su biografía sexual la mayoría de personas acaba enredada en el pegajoso laberinto de sus inhibiciones sexuales: aquello que querría hacer pero no se atreve o no se permite a sí misma, con el perjuicio que eso tiene para su óptimo desarrollo sexual.
Para poder salir de ese laberinto cada cual lo hace como puede. De hecho, hay quienes se conforman y renuncian de por vida a expandir su práctica sexual porque dan prioridad a su miedo y su pereza a costa de su desarrollo personal. Algunas personas tiran de muletas un poco bruscas que las ayudan a salir del laberinto por la puerta de atrás o, directamente, a cañonazos. De hecho, no es casualidad uno de motivos estrella que hace que algunos HSH se mantengan en la práctica del chemsexes la desinhibición: las drogas –habrás tenido múltiples ocasiones para comprobarlo con el alcohol- dinamitan nuestras barreras y, en cierto sentido, nos liberanactuando sobre nuestra corteza cerebral. Con ellas adiós filtros, adiós razonamiento, adiós juicio. Cuanta más sustancia, más dinamita para esos muros que, en condiciones de sobriedad, retienen nuestros impulsos e instintos, también sexuales.
Una vez que somos conscientes del importante papel que juegan las sustancias en nuestra desinhibición –y, por tanto, placer- sexual, es imprescindible dar una nueva vuelta de tuerca a nuestra toma de conciencia y explorar detenidamente quées exactamente lo que estamos inhibiendo y por qué. Puede que en ese camino descubramos que para el viaje de la desinhibición no son necesarias las alforjas de la droga o, al menos, las alforjas de su consumo problemático.
Es decir, lo primero es darse cuenta de que, en lo que a sexo se refiere, no te sueltas tanto, por no decir nada, como a ti te gustaría. Lo segundo es identificar qué te gustaría que pasara y no pasa cuando te acuestas con alguien. Lo tercero es desentrañar el motivo de que eso suceda.
Si te pones a ello, es decir, si te pones a hacer deberes de autoconocimiento, vas a darte cuenta de que el tema da mucho de sí. Solo tienes que parar, hacer memoria, conectarte con tus gustos, apetencias e impulsos, bucear en tus deseos prohibidos y entregarte al noble arte de admitir. ¿Admitir el qué? Admitir que hay cosas más o menos inconfesables que te gustaría hacer en tu vida sexual pero que, por alguna razón, no te permites hacer… y que si vas del revés, oh casualidad, sí que te permites y sí que disfrutas.
(NOTA: si en tu exploración de “lo prohibido” la conclusión es que lo que te gusta en el sexo son los niños/as, las violaciones, los animales y/o los cadáveres no tengas en cuenta nada de lo que estoy diciendo, pide hora en un psiquiatra y, en el futuro, ya hablaremos).
¿Por qué es importante que hagas estos deberes? Porque si en tus relaciones sexuales inhibes innecesariamente lo que te gustaría hacer no obtendrás todo el placer que podrías obtener. Además, no te vas a comunicar con tus compañeros/as sexuales con la profundidad que sería deseable. Y si –sistemáticamente- no obtienes el placer y el nivel de comunicación o intimidad óptimos en tus relaciones sexuales significa que tu salud sexual no es buena. Así, como lo oyes. ¿En serio? Que sí, que sí. Si te constipas sospechosamente cada dos por tres o si te dan alergia el 70 % de los alimentos significa que tu salud no es buena, ¿verdad? Pues si tus relaciones sexuales son superficiales y defectuosamente placenteras, tu salud no es buena. Quitarte de en medio las inhibiciones innecesarias es, por tanto, una manera de cuidar de ti.
Rafael San Román, psicólogo
Y si no tienes inhibiciones, porque ya has explorado y probado todo lo que te ha apetecido en su momento, pero te has dado cuenta de que el sexo está sobrevalorado y que en realidad no te hace falta como una primera necesidad para la vida? Y para más inri, se usa como forma de manipulación y moneda de cambio además de ser un gran negocio
En ese caso te remitimos a anteriores editoriales que hemos publicado, que hablan de que cada uno/a es responsable de tener la mejor sexualidad posible, tanto en cantidad como en calidad, dentro de un marco de autocuidado y cuidado del resto de personas implicadas. ¡Gracias por leernos y dejarnos tu comentario!