No lo soy, pero si lo fuera, iban a oír. Quiero decir que si yo fuera el director de un centro educativo y recibiera la carta que el presidente de la asociación Hazte Oír está enviado a los colegios tendría dos opciones: tirarla a la basura y punto o bien tirarla a la basura y contestarla. Como quien calla otorga y creo que –aunque sea por educación- toda acción merece una reacción, me he montado la fantasía de que contesto la dichosa carta, por aquello de hacerme oír. Una posible respuesta sería esta.
Sr Presidente,
Me pongo en contacto con usted para informarle de que los problemas que algunos padres estén transmitiéndole a usted con motivo del inicio del curso escolar me traen completamente sin cuidado. Ha leído bien: sin cuidado, que quiere decir sin preocupación, sin interés, sin la más mínima inquietud. Me son indiferentes. Por favor, no me los cuente.
Quiero decir que si hay personas que se le quejan de que en mi centro educativo, o en otros, se ofrecen charlas sobre información afectivo-sexual, rigurosas, adecuadas a la edad de los menores y, sobre todo, adecuadas a la realidad, y a esas personas les molesta o preocupa… dicha preocupación no es asunto mío, sino suyo. Gestiónenselo ustedes, yo no voy importunándoles con mis angustias, ya pago a mi propio terapeuta para ello.
No sé de qué “mayoría de padres desconfiados de las imposiciones ideológicas incluidas en las leyes LGTBI” me habla. Ni me preocupa. Ni me interesa. Entiéndalo bien: no sé a qué mayorías se refiere, como no sean las mayorías que habitan su muy distorsionada imaginación. O su propio planeta. Lo mismo me da.
Los cambios en la regulación de las actividades a las que asiste nuestro alumnado los gestionamos o bien con la Administración Pública o bien dentro de nuestra comunidad educativa. No tenemos por costumbre hacer lluvia de ideas con entidades externas y mucho menos con aquellas cuyas propuestas contradicen las más elementales recomendaciones éticas, pedagógicas y legales de la educación del siglo XXI. En nuestro colegio la Edad Media ya pasó, aunque sigue siendo un tema fascinante en la asignatura de Historia, no se lo niego. En cualquier caso, les invito a usted y a su asociación a que se pongan al día.
Aprovecho la ocasión para agradecerle que me recuerde que “la normativa autonómica abre las puertas de colegios e institutos a activistas LGTBI para impartir charlas y realizar actividades con los niños”. Muy amable por su parte, pero no era necesario. Ya sé que eso sucede, ¡de eso se trataba! Y nos encanta. Yo mismo invito a esos “activistas”, como usted los llama. A veces me los recomiendan mis propios profesores. ¿No lo sabía? Algunos de esos profesores son personas LGTBI. Si siente un retortijón al pensar en el desfile de maricones, bolleras, putas desorejadas y demás tarados que se encarga de educar a sus hijos de usted no tenga miedo: existe a su disposición ayuda especializada para que se sienta mejor. Abra su mente y descubrirá, que decía la canción.
Asimismo, le agradezco que me informe sobre las campañas que organizan sobre las decisiones que ustedes toman sobre sus hijos. Como ejercicio de antropología clásica las encuentro fascinantes. Sin embargo, le ruego encarecidamente que en lo sucesivo se abstenga de sobrecargar el correo del nuestro centro con este tipo de publicidad o materiales similares. No somos una hemeroteca y nuestros recursos de tiempo, espacio y paciencia son harto limitados. De nuevo, gracias por no saturarnos con sus propios asuntos.
Por nada del mundo querría dejar de comentarle que coincido con usted en que los menores tienen derecho a no ser manipulados en su educación. Confiando a fondo perdido en la capacidad intelectual de todo ser humano, espero que algún día usted coincida conmigo en que mentir descaradamente a esos menores, escamotearles información, coartar el libre desarrollo de su naturaleza y obligarles a vivir en un mundo que no existe es la más cruel de las manipulaciones. Me consta que las consultas de muchos psicoterapeutas de bien están colapsadas por personas que han sido cruelmente manipuladas, ¿no es una auténtica lástima, aunque genere mucho trabajo?
Sin más me despido de usted no sin antes informarle de que no es necesario que quede a mi disposición para absolutamente nada. Repito: por favor, no esté disponible ni para aclararme, ni para informarme, ni para explicarme lo que es una “ley mordaza”, ni para nada. No estoy, no existo. Es más, le ruego –también encarecidamente- que me olvide, a mí y a la comunidad educativa de la que soy responsable, especialmente a los niños y niñas. Haga el favor de oírnos –aproveche esta ocasión, no siempre somos tan educados- y después olvídenos. Y déjenos en paz.
Un saludo.
Rafael San Román, psicólogo
Os dejamos la carta que los directores del colegio están recibiendo por parte de Hazte Oír