Imagina MÁSAutor:  Javier VázquezIlustraciones: Daniel EstandíaMúsica: Rozalén - Comiéndote a besosProducción: Ana Burgos, Iván Zaro y Teresa NavazoColaboradores: Ana Lambarri, Ricardo Escudero y DiurnoEl contenido de este libro está bajo licencia de Creative Commons reconocimiento, no comercial, compartir igual
Créditos y Licencia
Agradecimientos
Queremos agradecer a Laboratorios ViiV Healthcare por confiar en nosotros y hacer posible este libro.A María Rozalén, por saber plasmar en una canción lo que miles de personas viven día a día, pero sobre todo por su cariño, ilusión y dedicación.A mis compañeros de Imagina MÁS, por ofrecerme un espacio donde todo lo imposible se pueda hacer posible, pero especialmente por creer en mí y apoyarme como nadie lo ha hecho jamás.A Daniel Estandía por dar vida a los personajes con sus maravillosas ilustraciones.A Ana Lambarri, por estar siempre ahí para echarnos una mano y compartir las ideas que nacen de su gran imaginación.A Rubén y a todo el equipo del Diurno, por su apoyo incondicional a nuestras ideas.A Rafa, por inspirarnos para crear a un personaje con un corazón tan grande.A nuestros amigos, por hacernos soñar.A Mayte y Vicky por ser las primeras en creer en este proyecto.A Ricardo, por tener siempre una sonrisa en la cara y ser un ejemplo para los demás. Y, especialmente, a todas aquellas personas que creéis en el amor y que hacéis que las historias de este libro no sean sólo un cuento.
Prólogo
Este cuento es fruto del cariño, ilusión y alegría que da todo el equipo de Imagina MÁS a su trabajo.  Comiéndote a besos no habría sido posible sin la inspiración que nos arroyó al conocer a María Rozalén. El cuento se empezó a gestar en nuestras cabezas la primera vez que escuchamos su canción en el parque del Retiro. Ese día lo vimos claro, nunca antes habíamos escuchado algo tan bonito relacionado con el VIH y nosotros queríamos seguir ese camino.  Cuando se habla del VIH, se habla del virus, de la enfermedad, del estigma y de los que, lamentablemente, sufrieron y sufren sus peores consecuencias. Pocas son las veces en las que se habla de realidad de las personas que hoy viven con VIH, de sus miedos, de sus inquietudes y de las dificultades que tienen para compartir con los demás su amor y su cariño.  El propósito de este libro no es otro que abrir tu mente (y corazón) a una realidad que existe y que puede que tengas más cerca de lo que piensas.  Antes de que empieces a leer el cuento, nos gustaría plantearte una pregunta. Imagina por un momento que tu médico te dijera que tienes VIH ¿te resultaría fácil decírselo a la persona a la que amas?
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Desde que era pequeña, María siempre había tenido el mismo sueño: ser cantautora. En realidad, nadie dudaba que un día, no muy lejano, conseguiría alcanzar su sueño. María no dejaba nunca escapar una oportunidad para deleitar a los suyos con su voz y su guitarra. Aunque ya la habían escuchado muchas veces, siempre les sorprendía con alguna nueva canción y es que María no podía parar de componer. Todo a su alrededor le movía a crear: su abuela, su precioso pueblo en Albacete, el cine, sus amigos, injusticias sociales. María se fijaba en ellos y su mente se ponía automáticamente a funcionar.  A sus 24 años, se había mudado a Madrid en busca de nuevas oportunidades para poder dedicarse a lo que ella amaba. No tardó en hacerse un hueco. Empezó a rodearse de personas del mundo de la música y la cultura, e incluso el dueño de un pequeño bar le propuso cantar en su local casi todas las semanas. No le iba mal, pero sentía que su momento todavía estaba por llegar.  Últimamente María estaba preocupada, no sabía por qué, pero le costaba mucho concentrarse e inspirarse. Pasaba largas horas en blanco, encerrada en su habitación con su guitarra en los brazos y su gato Canela a sus pies. Será una racha se dijo, a lo mejor necesito un descanso. 
Lo que más le gustaba a Pedro de la llegada de la primavera, es que significaba que el invierno se había pasado y tenía todavía un largo verano por delante. Pedro, que era de un pueblo costero de Almería, no podía acostumbrarse a los fríos inviernos de Madrid. Hacía 3 años que se había mudado allí para estudiar periodismo y todavía fantaseaba que estaba sentando en la playa de aguas cristalinas de su pueblo. Al principio le costó acostumbrarse al ritmo de vida de la gran urbe, no entendía por qué todo el mundo iba corriendo a todas partes, incluso sin tener prisa. Aún así, poco a poco se fue habituando a su nueva vida y estaba encantado. En la universidad había hecho buenos amigos, salían de fiesta, hacían turismo por los alrededores de Madrid y siempre que su economía se lo permitía iban a conciertos de sus grupos favoritos.  Puesto que sus padres no tenían mucho dinero, Pedro se buscó un trabajo de camarero en un café del barrio de Chueca, el barrio gay de Madrid, por donde solía salir con sus amigos de fiesta. A Pedro le había costado bastante salir del armario, creía que sus padres y sus amigos no le aceptarían. Su hermana Bea siempre estuvo con él y le ayudó a contárselo a sus padres. Se sorprendió cuando a éstos no pareció importarles la noticia y se alegró por ello, aún así intentaba evitar el tema en casa.  Desde entonces, Pedro disfrutaba de su nueva “libertad sexual”, era un chico extrovertido y siempre se ganaba a todos con su labia y su sentido del humor.
Después de toda la mañana dando clases de español para extranjeros, Juan decidió que necesitaba relajarse, así que metió en la mochila los materiales que había usado en las clases y se fue caminando a casa. El aire fresco de mayo le despejó la mente. Empezó a pensar en sus años de estudiante de intercambio Erasmus en Berlín. Recordaba con nostalgia a los amigos que hizo durante ese año, todas las fiestas y viajes que hizo con ellos, las risas que se echaron y los problemas que superaron. Cuando vives tan lejos de casa, tus amigos se convierten en tu familia, eso es lo que decía siempre Claire, una estudiante francesa de la que había estado enamorado. Hasta el día que se marchó a Berlín, Juan había vivido siempre en casa de sus padres. Al principio le costó adaptarse, ya no solo eran los problemas del idioma y la cultura, en realidad a Juan le encantaba el alemán y no tardó en acostumbrarse a la cultura de los alemanes, aunque a veces podían ser un poco fríos. Lo que más le fastidiaba a Juan era hacer las tareas del hogar. Nunca se había tenido que preparar él la comida y lo poco que sabía hacer era pasta. Se empezó a reír al recordar su primer intento fallido de hacer una sopa, había puesto agua a hervir y había echado fideos, el resultado, como era de esperar, fue que acabó yendo a un pequeño restaurante y se pidió un kebab. De repente, una chica le saludó y sacó a Juan de sus pensamientos. La chica se presentó, se llamaba Tere y trabajaba en una ONG llamada Imagina MÁS. Le comentó que llevaban un proyecto de prevención del VIH y le preguntó si alguna vez se había hecho la prueba. Hasta ese momento Juan no se había parado a pensar en ello. Había visto algún reportaje en los telediarios sobre el VIH en África, pero nunca había pensado en ello como en algo cercano.
Rafa era enfermero en un hospital. Llevaba 4 años en urgencias y le encantaba su trabajo. A veces se hacía duro pero era reconfortante. Además, sus compañeros de trabajo eran estupendos, vivían muchos momentos de tensión, pero siempre sabían mostrar lo mejor de sí mismos y relajarse diciendo alguna tontería. En ese momento , Rafa estaba terminando de escayolar a una anciana que se había resbalado en la calle y se había roto un brazo. La señora, que aun gimoteaba por el dolor, le abrazó y le dio las gracias. Rafa le sonrió y se alegró de verla más tranquila. Aunque él no se daba cuenta, trataba con más cariño a las ancianas, de alguna manera le recordaban a su abuela a la que tanto quería. Camino a casa puso la radio del coche, en ese momento sonaba una canción de una cantautora que se llamaba María, a Rafa le encantó. Se anotó el nombre mentalmente y decidió buscar más sobre ella en internet cuando llegara a casa. Después de dar varias vueltas buscando aparcamiento, encontró un sitio libre, estaba un poco alejado de su casa pero era lo que había. Entró en casa, se cambió de ropa y se puso a hacer la cena. Mientras tanto, no paraba de teclear en su móvil para mandar mensajes a sus amigos. Decidió buscar más información sobre María, la cantautora que había escuchado en la radio. No tardó en encontrarla. Escuchó más canciones suyas y le sorprendió que le gustaran todas. Encontró información sobre conciertos, ¡estaba de suerte! en un par de semanas estaría actuando en Madrid.  No tardó en crear un grupo en el whatsapp para comunicárselo a todos sus amigos.
Pedro no había tenido mucha experiencia en el amor. Su relación más larga apenas había durado 6 meses, aunque, para ser sinceros, había estado totalmente enamorado. Lo había conocido poco después de llegar a Madrid. Era un chico muy alegre y le hacía reír bastante. Un día, llevados por la pasión de los primeros días, se empezaron a besar y abrazar en un parque. Decidieron subir a casa y continuar en su habitación. Se desnudaron rápidamente sin parar de acariciar sus cuerpos. Pedro sentía que no podía más, deseaba sentir dentro de él al chico que tanto quería, pero no tenía preservativos. Algo en su cabeza le decía que no deberían continuar por ahí, pero se dejó llevar por el momento. Cuando terminaron, se sentía feliz. Estaba acariciando la cabeza de su compañero, cuando ambos se quedaron dormidos. Ya hacía un año que lo habían dejado, pero Pedro se seguía acordando de él con cariño y, a veces, se preguntaba qué es lo que estaría haciendo en ese mismo instante.. De repente, Pedro se sobresaltó por el ruido del teléfono. No lo podía creer, ¡era él!. Contestó la llamada. La voz sonaba tensa, pero no le dio más importancia, supuso que sería normal después de tanto tiempo sin saber el uno del otro. Pedro accedió a quedar con él esa misma tarde. Por lo visto había algo importante que le quería decir.  Se fue de la Universidad y se dirigió al metro. Al llegar a su estación, se fue hacia el parque que había al lado del Planetario. Como siempre, el parque estaba tranquilo, eso era lo que más le gustaba de ese lugar. Pedro subió a lo alto de una colina, se sentó en la hierba y contempló los edificios del centro de Madrid. Al rato escuchó el ruido de pasos pisando la hierba detrás de él. Se giró y lo vio. En ese momento supo que algo iba mal, el chico había estado llorando, intentó hablar pero no era capaz de hacer frases completas. Pedro le agarró por los brazos y le preguntó que qué le pasaba. La noticia le sentó como una bofetada. Se había hecho las pruebas de VIH y había dado positivo. Automáticamente, supo por qué lo había llamado, habían tenido prácticas de riesgo y puede que él también lo tuviera.  Tere convenció a Juan para hacerse la prueba. Durante su tiempo en Berlín había tenido varias relaciones sexuales con chicas y no habían tomado precauciones. Al fin y al cabo ellas estaban tomando la píldora, así que, ¿qué problema había?. Tenía miedo, pero ya había tomado la decisión. Tere le empezó a hacer preguntas que le incomodaron un poco, pero se calmó al ver que ella hablaba de sexo con toda naturalidad y no había juicios de valor en sus palabras. Al cabo de unos minutos, que a Juan se le hicieron eternos, le comunicó que el test había dado positivo. A Juan se le vino el mundo encima, todo lo que pudo oír fue que tenía que ir a un centro de salud para hacerse un test de confirmación. Agarrándose a un clavo ardiendo, se dijo a si mismo que seguramente era un error, esto no le podía estar pasando a él. 
Al día siguiente la chica le acompañó al centro de salud, no había podido dormir nada y estaba muy nervioso, así que se alegró de no estar solo. Le hicieron las pruebas y le comunicaron que tenía que esperar una semana para tener los resultados, ¡una semana! ¡cómo iba a esperar una semana!. La chica de la ONG, intuyendo lo que estaba pensando Juan en ese momento intentó tranquilizarle. Sabía que era un momento difícil. Le habló de los avances, le dijo que no tenía por qué preocuparse, que gracias a los nuevos tratamientos una persona con VIH podía vivir de forma normal. Hizo todo lo que pudo para intentar animarle. Al final, cuando Juan se calmó, le abrazó y le dijo que todo iba a ir bien. Esa noche Juan, exhausto, se abrazó a la almohada y cayó en un profundo sueño. A la semana siguiente Juan recibió la confirmación. Aunque se había preparado para ello, la noticia no le dolió menos. Ya no sentía rabia, pero estaba triste. Necesitaba hablar, pero aparte de la chica de la ONG, no sabía a quién más acudir. Tenía miedo al rechazo, ¿qué pensarían sus amigos de él? Y, en ese momento se le ocurrió que, quizás ninguna chica fuera a aceptar su situación. Estaba cansado y no se sentía con ganas de ir andando a casa. Llegó a la parada de autobús más próxima y se sentó a esperar.
Pedro intentaba olvidar el momento en el que le confirmaron el diagnóstico. El trabajador social que le atendió era muy amable. Le había asegurado que la prueba no duraría mucho y que no dolía, ya que solo hacía falta un poco de saliva. No obstante no se sentía cómodo hablando de sus relaciones sexuales con un extraño. A pesar de ello, se armó de valor y estuvieron charlando durante bastante tiempo. De vez en cuando, Pedro miraba furtivamente al aparato de prueba rápida con el que se había frotado las encías intentando averiguar el resultado. Por su cabeza pasaban mil pensamientos, ¿y si doy positivo? ¿qué le diría a mis padres?... Al cabo de 15 minutos el trabajador social confirmó las sospechas. En ese momento la habitación se le hizo pequeña, sentía que no había oxígeno suficiente, no podía respirar, quería gritar, salir de allí y ponerse a correr. El trabajador social le hablaba con tono tranquilizador pero él no escuchaba. Ya está, se acabó, me voy a morir pensó él. Me lo merezco, me lo he ganado. No, esto no puede ser verdad, este aparato está mal. Se enfadó consigo mismo al dejar que le pasara esto. De todo eso hacía ya tiempo, se había apuntado a grupo de apoyo de chicos con VIH y se hacía revisiones cada 6 meses. Estaba bien de salud y poco a poco había ido superándolo y aceptándolo. A pesar de ello, Pedro no se había vuelto a enamorar. Le aterrorizaba la sola idea de tener una relación con un chico, ¿cómo iba a contarle que era seropositivo?, por lo que sólo se permitía tener relaciones esporádicas que, si bien satisfacían su apetito sexual, no llegaban a llenarle. 
María, incapaz de escribir una sola estrofa, deambulaba por las calles del barrio de Lavapiés. Era su barrio favorito. Le encantaba estar rodeada de personas tan diversas. Muchas veces se fijaba en alguien e imaginaba cómo sería su vida: Estudiantes preocupados por sus exámenes, mujeres senegalesas yendo a una reunión de alguna asociación de mujeres, ancianas haciendo la compra para hacer la comida a sus nietos, hippies yendo a una reunión de meditación...  De repente, entre la multitud distinguió a un chico sentado en la parada del autobús. Su mirada estaba perdida. Decidió sentarse a su lado, pero él pareció no darse cuenta. Comprendió que su mente estaba en otra parte. Lo miró directamente y pudo ver cómo de sus ojos caían dos lágrimas. Juan había estado absorto un largo rato y cuando volvió en si ya había anochecido. Miró su reloj, eran las 9, tendría que darse prisa si quería preparar las clases del día siguiente. No sabía si tendría fuerzas para enfrentarse a ello pero no podía dejar de trabajar. Miró a su izquierda y vio que no estaba solo. A su lado había una chica que lo miraba con una sonrisa en la cara. - ¡Hola! Me llamo María  ¿y tú?, le dijo.Juan tardó unos segundos en reaccionar y acabó presentándose. Había algo en ella que le reconfortaba. Estuvieron un rato largo charlando sobre cosas sin sentido hasta que ella se despidió y se puso a cantar con su dulce voz mientras se alejaba de él.
Era el día libre de Rafa y estaba dando una vuelta por el centro con sus amigos. Entraron a un pequeño café que les pareció bastante acogedor. Al abrir la puerta, se fijó en el chico que estaba detrás de la barra. Era bastante guapo, pero lo que le atrajo fue su sonrisa y sus ojos. El chico se acercó a donde estaban ellos y les preguntó alegremente que qué querían. Rafa lo estaba observando mientras preparaba sus bebidas cuando éste, al notarlo, le dijo: No habías venido antes por aquí, ¿verdad?Rafa solo pudo negar moviendo la cabeza. De nuevo el chico sonrió y se presentó. Me llamo Pedro, encantado. Rafa le dio dos besos, pero no supo que más podía decir así que volvió y se metió en la conversación. Cuando salieron del café, Rafa se despidió y se puso a dar vueltas por la calle. Estaba hecho un flan, el café había cerrado hace un rato, así que Pedro debería de estar a punto de salir. Pedro salió a toda prisa del café, era Jueves y al día siguiente no tenía clase. No tenía muchas ganas de salir con sus amigos pero tampoco quería quedarse solo en casa. Cuando cerró la puerta vio que en la acera de enfrente estaba aquel chico tan tímido que acaba de conocer. Lo estaba mirando y se le veía nervioso. Pedro se acercó y le saludó.
Juan estaba abriendo la puerta de su casa cuando se dio cuenta que había pasado todo el viaje de vuelta pensando en aquella chica que había aparecido de la nada. Tenía su número de teléfono anotado en una hoja que estaba en algún lugar de su mochila. Se fue directo a la cama. Había sido un día de muchas sensaciones y estaba agotado, por lo que no tardó en conciliar el sueño.  A la mañana siguiente, Juan se despertó minutos antes de que sonara la alarma. Por un momento se preguntó si todo había sido un mal sueño, corrió a por su mochila pero allí estaban, los resultados de las pruebas y la hoja con el teléfono de María. Era extraño, sabía que debía sentirse triste pero sólo podía pensar en ella. Su dulce voz le había ayudado a olvidarse de todo y, por primera vez en días, una sonrisa se le escapó de sus labios.  Cogió la nota y empezó a marcar su número. María estaba durmiendo cuando sonó el teléfono. El número era desconocido, cogió la llamada y oyó su voz, era Juan, el chico de la mirada perdida. Después de hablar durante un rato sobre cosas sin sentido acordaron quedar para comer ese mismo día. ¿Qué tenía ese chico que le atraía tanto? A Juan se le hizo interminable la mañana, constantemente miraba su reloj pero el tiempo no pasaba. Sus alumnos, ajenos a la vorágine de sentimientos que invadían a Juan, parecieron no darse cuenta de nada. Al fin terminó sus clases y salió corriendo a su encuentro con María. Cuando estaba llegando al restaurante, la vio sentada en una mesa, respiró hondo y se dirigió hacia ella. 
Rafa y Pedro habían estado haciendo el amor toda la noche. A pesar de que Pedro siempre tomaba precauciones todavía se inquietaba de vez en cuando. Sabía que no tenía motivos para ello, pero no podía evitarlo. Sentía el cuerpo de Rafa rozando el suyo, su aroma le fascinaba. Aquel chico había tocado algo en su interior.  Empezó a fantasear de nuevo con la playa de aguas cristalinas de su pueblo, pero esta vez estaba Rafa a su lado. Lo estaba mirando a él directamente y podía verse reflejado en sus ojos.  ¿cómo lo has hecho? apenas te conozco pero has conseguido derribar el muro que había construido alrededor de mi corazón. Se dijo Pedro. Rafa se despertó y tardó unos segundos en darse cuenta de dónde estaba. Miró a Pedro y sonrió. Empezaron a besarse y Rafa notaba que algo en Pedro había cambiado, había deseo en su forma de besar. Se alegró y se dejó llevar, la verdad es que le gustaba, le gustaba mucho.
Juan y María pagaron la cuenta y salieron a dar un paseo.  Hacía una tarde soleada y una suave brisa soplaba moviendo las ramas repletas de flores de los árboles. El parque del Retiro estaba lleno de personas haciendo deporte, muchos extranjeros disfrutaban tomando el sol, los niños tiraban migas de pan a los cisnes y patos que, ajenos a todo, nadaban tranquilos por el estanque.  Fuera de los límites del parque, la gente y los coches corrían de forma cótica. Pero en ese instante, Juan y María sentían como si el mundo se hubiera parado, todo se movía a cámara lenta, como si el tiempo les apremiara a disfrutar del momento. Juan se fijó en una joven pareja que caminaba de la mano y un sentimiento de tristeza le invadió. María le gustaba, pero cómo iba a aceptar ella que tuviera VIH, seguramente se asustaría y él no podría culparla por ello. María, consciente de que Juan volvía a estar ausente, se acercó y le dio un beso en los labios.  - Ey! eso no me lo esperaba, dijo Juan sonriendo.- Me gustas Juan, me encantaría poder abrazarte y comerte a besos, pero sé que hay algo que te aflige. Tu cuerpo está aquí a mi lado pero tu mente está lejos.- María, hay algo que... yo... no sé si podré contártelo.- Seguro que si lo haces te sentirás mejor Juan estaba aterrado, le sudaban las manos y sentía cómo el corazón le iba a estallar. Aún así se escuchó decir:  - Tengo VIH, hace 2 días que lo sé. Pasaron unos segundos antes de que María contestara, pero a Juan la espera se le hizo eterna. La cara de María no mostraba reacción alguna, ¿saldría corriendo? ¿se enfadaría?, ¡oh por Dios di algo ya! Juan no se esperaba la respuesta que recibió. Lejos de asustarse, Maria le agarró de la mano y le dijo: 
- Juan, eres tú de quien me estoy enamorando. Quiero verte despertar a mi lado, abrazarte, reír y llorar contigo. Y nada de eso lo cambia un virus. Contigo estoy a gusto y siento que soy mejor persona. ¿Es que no ves que te quiero?. María sentía rabia. Quería ayudar a Juan a darse cuenta de lo maravilloso que era. Sabía que mucha gente no aceptaría estar con una persona con VIH, pero eso a ella no le importaba.  - ¿por qué somos así? ¿por qué no damos nuestra mano para ayudar en vez de machacar a la gente? ¿es que acaso un virus puede cambiar lo que somos? se preguntaba a sí misma. -Tengo que hacer algo y creo que sé el qué.  Y, de pronto, la inspiración volvió. María tenía ya la canción en su cabeza, ahora solo tenía que escribirla.
Rafa estaba feliz. Había pasado una semana increíble con Pedro y cuantas más cosas conocía de él, más le gustaba. Esa misma noche habían quedado en el bar de Pedro, resulta, que la cantautora que había escuchado en la radio del coche iba a dar un concierto. Por supuesto, él no se lo podía perder. Habían pasado unos minutos de las 10 y María salió al escenario. Llevaba un bonito vestido negro y una flor roja atada al pelo. Si estaba nerviosa, no se le notaba. Juan la miró con orgullo, el bar estaba lleno de gente y todos sonreían. Todavía se acordaba de la bonita canción que le cantó cuando la conoció. Había pasado una semana, pero parecía que había sido un siglo.  María se acercó al micrófono, saludó a todo el mundo y les dio las gracias por venir.  A veces, nos cruzamos con gente maravillosa en nuestro camino. He tenido la suerte de conocer a una persona que me ha tocado el alma. Muchas veces nos ocurren cosas que nos impiden disfrutar de la vida. Pero no podemos olvidarnos de quién somos ni de nuestros sueños. La persona que he conocido tiene VIH y sólo quiero que sepa, que a mí, eso no me importa. Para mí sigue siendo el dulce chico con la mirada perdida que un día me encontré en una parada de autobús. Esta canción se la quiero dedicar a él y a todas las personas que están en su misma situación. Y al resto, si alguien os dice alguna vez que tiene VIH, no hace falta que digáis nada, sonreíd y comedle a besos. Así se llama esta canción: Comiéndote a besos.   En cuanto oyó la palabra VIH, a Pedro le dio un vuelco el corazón. Dejó todo lo que estaba haciendo, salió de la barra y se dirigió a la zona donde María iba a cantar. Rafa lo vio entrar, parecía hipnotizado y empezó a suponer por qué. Cuando María terminó la canción se hizo el silencio. Empezó a pensar que a lo mejor no les había gustado. El foco iluminaba directamente hacia sus ojos así que no podía ver la cara de la gente. De repente, todo la gente se levantó de la silla y empezó a aplaudir como locos. Pedro estaba llorando, las lágrimas le caían sin cesar, pero no eran lágrimas de tristeza. La canción le había llegado al alma. Pudo ver cómo Rafa se acercaba e intentó secarse los ojos rápidamente. Rafa le besó y le susurró al oído:  No hace falta que me ocultes nada, te quiero pequeño. Cuando terminó el concierto y casi todo el mundo se había ido, María se acercó a la mesa donde estaba Juan. No dijeron nada, solo se abrazaron y empezaron a comerse a besos, como nunca lo habían hecho.
VIH y Diagnóstico
VIH y Amor 
VIH y Reproducción
VIH y Tratamiento Una persona en tratamiento, con carga viral indetectable, no puede transmitir el VIH
VIH y Diagnóstico Muchas veces, las personas afrontan solas el diágnostico por VIH ante el temor a que los demás les rechacen
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VIH y Esperanza de VidaLas personas con VIH con acceso al tratamiento antiviral tienen la misma esperanza de vida que el resto de las personas
VIH y Amor Uno de los mayores miedos de las personas con VIH es al rechazo de sus parejas, amigos y familiares
VIH y ReproducciónSe puede tener hijos de manera natural aunque uno de los padres tenga VIH. Con los tratamientos actuales y el seguimiento medico adecuado, no hay riesgo de transmitir el VIH a tu pareja o al bebé
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FIN